viernes, 18 de julio de 2008

Paisajes

Una vez más, María recorría el camino que tanto amaba, para encontrarse con aquellas cenizas que un día de viento intenso se encargó de esparcir por aquella ladera, aunque parte quedaron bajo el rosal amarillo del jardín trasero de la casa. El cielo era de azul intenso, con nubes que viajaban a grandes velocidades, ya que nuevamente, como de costumbre, era un día de viento, sol y nubes algodonosas. La arcilla del suelo en perfecta combinación con el color de la bóveda celeste, resquebrajado, polvoriento, tiñó sus zapatillas de color naranja, y en sus labios se impregnó el polvo, dándole un color a su tez muy similar al que habían adquirido sus zapatillas blancas.
Siguió el camino de costumbre, pasando por la vaquería del “gusano” y la fábrica de quesos, tomó el camino de la derecha, ya que prefirió, no pasar por el cementerio de huesos de reses, esta vez, decidió pasar por el cementerio de huesos humanos. Bordeó la tapia del cementerio y llegó al “Descanso”, un arco, en medio del camino, con asientos de cemento y una cruz en su techo, que indica que la Romería de mayo a la Ermita de la santa Rabiosa, pasa por ese lugar. María, repitió el ritual de siempre, con el mismo pensamiento que le asalta cada vez que pasa por ese lugar (si es el descanso… habrá que sentarse a descansar), pero esta vez decidió tumbarse y realmente descansar del sol y del viento. Por un instante, su mente se perdió en el recuerdo de las personas que un día pasaron por allí y decidieron dejar una pintada (quintos 67, Rosita ama a Pablo, Quintos 92…) novecientos habitantes son fáciles de recordar.
María se levantó y siguió el camino, pasó por un pequeño pinar abancalado, una loma y al fondo ya pudo vislumbrar la Ermita y a la derecha en un monte aledaño, El Calvario.
Cuando llegó a la Ermita, se dirigió a la fuente, para poder tomar un poco de agua, pero se encontró con la sorpresa de que un cartel indicaba que no era agua potable.- ¿Qué ha pasado? – siempre bebo de esta agua. -¿Quién habrá colocado este cartel?-Habrá sido el farmacéutico del pueblo, creo que es nuevo. María no hizo caso del cartel y bebió agua de la fuente de la Santa, tenía la boca seca por el viento, el sol y la tierra. Siguió el camino y se adentró en el monte. Este no es un monte cualquiera, ya que no hay ni un solo árbol, solo pequeños arbustos, tomillo, romero… que perfuman el ambiente. María se agachó y arrancó un poco de tomillo, lo olió, lo puso entre sus manos y lo frotó por su piel para que se impregnara su olor.
Por fin llegó al lugar, se sentó y miró el horizonte sin fin de ese desierto hermoso, una lágrima recorrió su mejilla, - Papa te echo de menos.

1 comentario:

yolimpiarélapeña dijo...

Yo también recuerdo esos caminos que hemos compartido unas veces de manera más alegre que otras. Amo la aridez de nuestra tierra, su color, su olor, su dureza, las primaveras y los otoños que han forjado parte de un carácter compartido con la luna; ya me entiendes, unas veces flotando y otras hundidas, pero siempre seguimos a flote, adelante. Cuando mis pasos me llevan allí donde tus lágrimas se fundieron con las cenizas también me acuerdo y os echo de menos a todos los que allí se quedaron. Hace tiempo que no nos vemos, que no hablamos, pero siempre tengo un pensamiento para tí, para los tuyos, siempre formaréis parte de mi vida. Un beso.